jueves, 24 de julio de 2008

Las otras maravillas... con Nacho Ares

LOS EMBAJADORES, DE HOLBEIN Por Nacho Ares
nachoares70@gmail.com / www.nachoares.com

La National Gallery exhibe uno de los cuadros más extraños de la historia de la pintura flamenca. Se trata de una de las pinturas del artista Hans Holbein el Joven (1497-1543) que con el ambiguo título de Los Embajadores Franceses, plantea un intrigante problema de interpretación. Sus dimensiones son bastante espectaculares: 2,07 metros por 2,1, es decir, un enorme espacio cuadrado repleto de objetos y símbolos de extraña interpretación, en donde se ve claramente la influencia del pensador contemporáneo y amigo personal del pintor Erasmo de Rotterdam. A la izquierda de la escena podemos ver a Jean de Dinteville, embajador de Francia. A la derecha le acompaña Georges de Selve, estudioso del mundo clásico y obispo. El cuadro conmemora la visita del religioso a su amigo el embajador en el año 1533. Además, nos encontramos ante uno de los primeros retratos dobles de cuerpo entero de la historia de la pintura.

Tampoco tenemos que olvidar la ingente cantidad de símbolos que se dispersan por el mueble que separa a los dos amigos. Todos ellos tienen un significado especial. A modo de compendio de la cultura de la época, Holbein ha pintado en el estante superior varios instrumentos de astronomía y náutica. Gracias a ellos podemos ver exactamente la fecha en la que se pintó el cuadro, 11 de abril de 1533, así grabada de forma críptica en la obra. El mueble se completa con instrumentos musicales, o libros de matemáticas y eclesiásticos. Cuando los visitantes de la National Gallery pasan por delante de este cuadro, la gran mayoría no ve más allá de las dos figuras apoyadas sobre un mueble, delante de un telón de un verde realmente maravilloso y al que ninguna fotografía hace justicia. Sin embargo, el cuadro de Los Embajadores Franceses de Holbein el Joven tiene mucho más. ¿Acaso no han observado frente a los dos hombres la presencia de una extraña forma alargada que cruza como una especie de sombra el cuadro de izquierda a derecha?
Justo encima del suelo de mosaico, que reconstruye el pavimento medieval de la Abadía de Westminster, se extiende entre los dos amigos la imagen de una misteriosa calavera. Para lograrlo, Holbein hizo gala de una de las formas de representación más en boga en el siglo XVI: la anamorfosis o anamórfosis. El término deriva de dos palabras griegas, “ana” que significa transposición y “morphé” que quiere decir forma: transposición de la forma, es decir, transformación La anamorfosis desde un punto de vista artístico es la representación de un objeto, de tal modo que presenta una deformación de la perspectiva lo que hace que a simple vista sea totalmente imperceptible. Debido a esta deformación, si el observador quiere apreciar con detalle la figura solapada debe ubicarse en el único punto focal desde el cual la visión es posible. En el caso del cuadro de Los Embajadores Franceses de Holbein, si queremos ver con todo detalle la calavera tendremos que colocarnos en la esquina inferior derecha, y casi en la misma perpendicular que el propio cuadro.
De lo contrario, solamente veremos una extraña sombra que cruza el suelo ante los personajes. ¿Qué hace una calavera frente a la imagen de un embajador y de un obispo? Eso es lo que se preguntan muchos historiadores del arte. Hay explicaciones para todos los gustos. Nadie puede negar la influencia del tema de la muerte en muchos artistas de todos los tiempos. Quizás Holbein sea uno de ellos y con esta misteriosa calavera quiso expresar la idea de futilidad de las riquezas mundanas, manifiestamente expresadas en la personalidad de los dos retratados. Aunque tampoco tiene mucho sentido que lo hiciera de una manera tan críptica. Podría haber dibujado una calavera en el mueble, tal y como hacían otros artistas de su época para expresar las mismas ideas. También es posible, como explica Erika Langmuir en su guía de la National Gallery que la calavera esté haciendo referencia a la divisa personal de Jean de Dinteville. Si nos fijamos con detenimiento, el embajador lleva sobre su gorro negro un medallón dorado en el que se descubre la figura de una calavera. Debido a las enormes dimensiones deL cuadro, varios especialistas han planteado la posibilidad de que la pintura pudiera haber sido destinada a ocupar originalmente el rellano de alguna escalera. De esta forma, la calavera sería visible a medida que una persona descendiera o ascendiera por sus peldaños, descubriendo así el macabro detalle pintado por Holbein. Este tipo de representaciones artísticas fueron relativamente frecuentes a lo largo de la Europa renacentista. Aunque el término anamorfosis fue acuñado en el siglo XVII, los primeros esbozos de este fenómeno aparecen en los cuadernos de notas de Leonardo da Vinci (1452-1519), extendiéndose desde entonces en manuales de pintura de los siglos XVI y XVII. Ampliamente
utilizado por los pintores que decoraban cúpulas o bóvedas, en pocas ocasiones se había empleado sobre superficies planas hasta esta época. En la iglesia de San Miguel de Valladolid se conservan dos cuadros pintados con esta técnica. Se trata de representaciones de Carlos V y de su esposa Isabel de Portugal. En la actualidad se pueden ver en la exposición que sobre “El retrato del Renacimiento” que se puede ver en el Museo del Prado de Madrid hasta el 7 de septiembre de 2008. La National Portrait Gallery de Londres conserva un retrato anamórfico de un joven Eduardo VI (1537-1553). Fue realizado hacia 1546 posiblemente por Cornelis Anthonisz. En nuestro país contamos con algunos ejemplos bastante interesantes. Por ejemplo, en la vallisoletana iglesia jesuítica de San Miguel, se conserva un cuadro de estas características. Se trata de un retrato del emperador Carlos V, pintado sobre un lienzo verdaderamente estrecho que a simple vista no ofrece más que una mancha de color totalmente amorfa. Un ejemplo más de esta insólita forma de ver el mundo descubierta en el siglo XVI. Su exposición es magnífica. Dentro de una vitrina acristalada, cuenta con un agujero en la pared lateral desde el que se puede ver perfectamente el retrato de Eduardo VI en su perspectiva normal.

No olvides leer...
Nacho Ares, La Historia Perdida, EDAF, Madrid 2003.
Miguel Falomir (Ed.), El retrato del Renacimiento, Museo Nacional del Prado, Madrid 2008.

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