viernes, 1 de agosto de 2008

Las otras maravillas... con Nacho Ares

LA GIOCONDA
nachoares70@gmail.com / www.nachoares.com


La conocida Mona Lisa, pintada por Leonardo da Vinci, posee un secreto aún mayor que el de su misteriosa sonrisa. Existen varios documentos contemporáneos a la ejecución del cuadro (principios del siglo XVI) como el libro de Giorgio Vasari, Vidas de los mejores pintores, arquitectos y escultores italianos (1550, revisado en 1568) o incluso un boceto realizado por el mismísimo Rafael Sanzio (1483-1520) sobre el retrato de la Gioconda, que dan a entender la existencia de, al menos, dos cuadros diferentes, y que se corresponderían con otros tantos retratos de mujeres también distintas. Los dos pertenecerían al pincel de Leonardo pero solamente uno de ellos sería el retrato de Madonna Lisa Gherardini, tercera esposa de un acaudalado comerciante florentino, el marqués Francesco Bartolomeo del Giocondo, veinte años mayor que ella y con quien había contraído matrimonio en 1495. Lo más curioso de todo es que la famosa “Gioconda” del Louvre no sería quien dice ser, sino una mujer desconocida.
Leonardo da Vinci (1452-1519) conoció hacia el año 1500 a Mona Lisa (Mona es el diminutivo de Madonna) cuando ésta contaba con 24 años de edad. Dice la tradición que cuando Leonardo se encontró con ella, la joven acababa de perder un hijo, circunstancia que le sumió en la más absoluta de las tristezas. Para intentar remediarlo, su marido contrató los servicios de músicos y bufones con el fin de que alegraran su existencia.
El ya aludido Giorgio Vasari, protegido de la célebre familia florentina de los Médicis, cuenta en sus Vidas que Leonardo abandonó Florencia dejando el retrato inacabado, matizando además que “esta obra la tiene hoy el rey Francisco I de Francia, en Fontainebleu...” ¿Se está refiriendo Vasari al mismo
cuadro que ahora se conserva en el Louvre, que procede de las colecciones reales, y que le costó a Francisco I, según cuenta en 1642 el padre Dan, 12.000 francos (4.000 escudos de oro)?
Tampoco hay que olvidar que Vasari hace mención a algunos detalles que contradicen la identificación de la Gioconda con la copia del Louvre. El historiador del arte italiano comenta que “en las cejas (de la Gioconda) se apreciaba el modo en que los pelos surgen de la carne, más o menos abundantes y, girados según los poros de la carne, no podían ser más reales”. Curiosamente la Gioconda del Louvre no tiene cejas ni pestañas. La razón de esta ausencia, según algunos críticos como José Pijoan, se debe al mal estado de conservación del cuadro y al irremediable paso de los siglos. Sin embargo, las radiografías realizadas a la obra del Louvre dan a entender claramente su perfecto estado de conservación.
Otros especialistas, sin embargo, defienden que Leonardo a su marcha de Florencia, dejó el retrato inacabado al marqués Francesco del Giocondo con la intención de finalizarlo en otro momento. Como bien ha señalado José Pijoan, “no se concibe que el retrato de una dama de la categoría de Mona Lisa pudiera correr a la deriva como sucedió con la Gioconda”. ¿Existen en realidad dos “Mona Lisa”, una italiana inacabada y otra ahora en el Louvre, finalizada? ¿Y si es así, quién de las dos es realmente la Gioconda o los dos cuadros representan a la misma dama?
Giovanni Paolo Lomazzo, publicó en el año 1584 un libro sobre pintura, escultura y arquitectura en el que habla claramente de “la Gioconda y la Mona Lisa”, como dos cuadros diferentes.
En el año 1504 Rafael visitó el taller de Leonardo en Florencia. Allí realizó un boceto del mismo de cuadro en el cual se pueden ver detrás de la dama dos columnas griegas; columnas que parecen haberse perdido en la versión del Louvre...
En Londres se piensa que hay evidencias claras para demostrar que la Mona Lisa original fue traída desde Italia a Inglaterra a mediados del siglo XVIII, encontrándose en una casa solariega de una familia acomodada de Somerset. Justo antes de la Primera Guerra Mundial fue descubierta por el experto en arte renacentista Hugh Blaker en la ciudad de Bath. Allí la adquirió en 1914 por unas pocas guineas y la llevó a su estudio de Isleworth, pasando a ser conocida desde como la Mona Lisa de Isleworth. En 1962, el retrato fue adquirido por una cantidad desorbitada por el consorcio del coleccionista de arte, el suizo Henry F. Pulitzer.
La Gioconda de Isleworth (85 x 66 cm) es una obra más grande que el retrato del Louvre (77 por 53 cm), se encuentra inacabada al estar el paisaje del fondo apenas esbozado y lo más importante de todo, tienes cejas y pestañas. Por ello, Hugh Blaker estaba convencido de que su cuadro se
acercaba más a la descripción realizada por Vasari. Además también cuenta con dos columnas griegas al final de la galería en la que posaba la joven florentina, dando la razón así al boceto realizado en 1504 por Rafael en el estudio de Leonardo.
A pesar de todo, la incógnita sigue planeando sobre la obra de Leonardo. Son numerosos los críticos de arte que han querido ver en el genial retrato del Louvre un carácter misterioso y novelesco, un significado casi esotérico en su enigmática sonrisa, su mirada de esfinge, e incluso hay quien ha visto en Mona Lisa un autorretrato del propio Leonardo (sic). Sin embargo, podemos tener por seguro que si el propio pintor italiano escuchara algunos de estos comentarios, bien no entendería de qué se está hablando o bien se mondaría de la risa. Quizás habría que ser más cautos en nuestros comentarios ya que, sea quien sea la mujer del cuadro del Louvre, no por simple pierde un ápice de su infinita belleza.

No olvides leer...
Nacho Ares, La historia perdida, EDAF, Madrid 2003.
J. R. Eyre, The two Mona Lisa, London 1923.

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