viernes, 8 de agosto de 2008

Las otras maravillas... con Nacho Ares

Las líneas de Nazca.
nachoares70@gmail.com / www.nachoares.com


Las líneas de Nazca, desde un punto de vista puramente arqueológico, pueden ser definidas como la representación de figuras y líneas de enorme tamaño y perfecto diseño que se encuentran al sur de Perú, en una de las zonas más áridas del planeta, situada en las estribaciones de la cordillera de los Andes. Forman asombrosos dibujos gigantescos de pájaros, insectos, peces, flores, una araña, un cóndor, un mono, dos ballenas, etcétera. Todas ellas parten de una especie de centros neurálgicos que se encuentran por doquier y desarrollan las líneas hasta colinas cercanas.
El tamaño y número de los dibujos hace que se extiendan a lo largo de varios kilómetros por las pampas peruanas de Ingenio y Soccos. En la actualidad no se sabe a ciencia cierta quién las diseñó, aunque la similitud de sus dibujos con los aparecidos en las cerámicas de la cultura nazca (ss. II-IX d. de C.) hacen entender que seguramente fueran ellos quienes las trazaran. Los dibujos se extienden por una superficie de unos 500 kilómetros cuadrados y a simple vista muchos de ellos no son perceptibles, por lo que es necesario ir en una avioneta para poder verlos.
Uno de los animales más conocidos, el colibrí, cuenta con 60 metros de distancia de una punta a otra de sus alas. Con estas dimensiones, es perfectamente comprensible que no se pueda observar con detalle absolutamente nada desde el suelo, no más que una sucesión extraña de líneas que se pierden en el horizonte de la planicie.
Se da la fecha de 1927 como el momento de su descubrimiento. En aquel año, Toribio Mexta Xesspe, del equipo de reconocimiento aéreo de Perú, sobrevoló
la pampa de Nazca topándose con las misteriosas líneas que formaban extraordinarios dibujos.
El primer investigador occidental en acercarse a estudiarlas fue Paul Kosok, de la Universidad de Long Island, en Estados Unidos. Sobrevolaba en el año 1941 los aledaños de la ciudad peruana de Nazca buscando canales de irrigación. Sus descubrimientos no quedaron ahí. El 22 de junio de ese mismo año, el profesor americano vio cómo el Sol en el solsticio de invierno se ponía justo al final de una de las líneas, perdiéndose en la distancia a través del desierto. Este hallazgo, convenció a Kosok de que la finalidad de las líneas tenía un marcado carácter astronómico.
Su faceta estelar no solamente fue propuesta por Paul Kosok, sino especialmente por María Reiche, su alumna y seguidora.
Esta matemática alemana pasó casi la totalidad de su vida en la pampa estudiando, conservando e interpretando las líneas. Para ella la planicie representaba un gigantesco calendario de la cultura nazca. Este pueblo esencialmente agricultor necesitaba un calendario con el que regirse para poder desarrollar sus plantaciones y cosechas. La alemana descubrió que algunas de las líneas eran extremadamente precisas en su alineamiento con algún astro en concreto, el Sol, la Luna o alguna estrella, con errores que en todos los casos no superaban los dos grados.
El problema que plantea la teoría de la investigadora es que no todas las líneas están orientadas a objetos celestes. Por ello, es muy probable que además de la función de calendario astronómico, las líneas de nazca desempeñaran otra que hoy nos es desconocida.
Esta hipótesis cuenta con numerosos detractores. Por ejemplo, el astrónomo Gerald S. Hawkins estudió todas las posibilidades existentes que pudieran darse a lo largo de un período de tiempo muy dilatado: entre el 5000 a. de C. y el 1900 d. de C. Al final de su estudio, llegó a la conclusión de que ninguna de las líneas de la meseta apuntaba a una estrella en concreto o constelación.
Poco después, el doctor Phillis Pitluga, del Planetario Adler de Chicago (Estados Unidos), hizo una serie de descubrimientos que contradecían las afirmaciones de Hawkins. Utilizando un programa de ordenador similar al empleado por él, Pitluga llegó a demostrar que la conocida araña gigante de Nazca fue concebida como un modelo terrestre de la constelación de Orión y que las líneas rectas que la rodeaban fueron diseñadas para marcar la evolución de las tres estrellas del cinturón de Orión a lo largo de los tiempos.
Al no encontrar elementos que expliquen las líneas en la propia cultura nazca, los antropólogos han recurrido a comparaciones con otros pueblos indígenas de la misma región andina. Algunas de estas interpretaciones giran en torno a
los ritos del agua o las montañas. El arqueólogo Anthony Aveni cree que posiblemente fueran realizadas a modo de altares o lugares de peregrinación como parte de un ritual hoy desconocido, vinculándolas a las aguas subterráneas.
La falta de una hipótesis que explicara con claridad su finalidad, supuso un caldo de cultivo sin precedentes para los especuladores. El simple hecho de que solamente sean visibles desde el cielo (es cierto que algunas se pueden ver desde lomas cercanas, pero son casos contados), abrió las puertas al mundo extraterrestre, con el autor Erich von Däniken a la cabeza.
Otra idea absurda es aquella que decía que las líneas de Nazca eran planos gigantescos de instalaciones textiles que los nazcas habían desparramado en el suelo y que les ayudó a desarrollar su importante industria textil.
Lo que seguimos sin saber es cómo se hicieron. María Reiche, una vez más, fue la primera en aportar una teoría satisfactoria. Los ancianos del lugar recordaban la presencia de postes de madera colocados a intervalos regulares a lo largo de las líneas. Por lo tanto, los dibujos se tuvieron que hacer partiendo de un boceto a escala, dividido en cuadrículas o en sectores que eran delimitados con los postes de madera. Trasladando las partes de cada sector a la tierra, se conseguía ir añadiendo a una escala infinitamente mayor el dibujo del animal en cuestión.
La conservación de las líneas después de más de mil años hasta nuestros días se debe a la propia configuración geográfica de la pampa. El desierto de Nazca es uno de los lugares del planeta en donde menos llueve, apenas 12 milímetros al año. Esto, añadido a la mencionada existencia de una especie de “cámara de aire” caliente a ras del suelo que evita que el viento remueva la tierra y borre las líneas, ha hecho posible que en la actualidad sean distinguibles casi con la misma precisión que hace casi 1.500 años.

No olvides leer...
Nacho Ares, Arqueología de los dioses, Aguilar, Madrid 2007.
Erich von Däniken, Recuerdos del futuro, Plaza y Janés, Barcelona 1974.

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