viernes, 22 de agosto de 2008

Las otras maravillas... con Nacho Ares

EL ESCORIAL
nachoares70@gmail.com / www.nachoares.com


Ningún historiador pone en duda que bajo el cetro del rey Felipe II se agrupó la unidad territorial más extensa de la Edad Moderna y una de las más grandes de toda la Historia del hombre.
Bajo su mando se encontraban la corona española, las dos coronas de Castilla y Aragón, Navarra, el Rosellón, el Franco Condado, los Países Bajos, Sicilia, Cerdeña, el Milanesado, Nápoles, diversas plazas norteafricanas como Orán y Túnez, Portugal y su Imperio extendido por toda África y Asia y, por supuesto, toda la América descubierta y Filipinas.
La obra más emblemática de todo su reinado es la construcción del monasterio de San Lorenzo de El Escorial, a casi 45 kilómetros de Madrid. Fue levantado entre 1563 y 1586. El conjunto alberga la famosa basílica, un monasterio de la orden de los Jerónimos y el panteón de los Reyes de España. El edificio es enorme: mide 208 por 162 metros y cuenta con cuatro pisos.
La Historia cuenta que la razón que empujó a Felipe II a construir tan impresionante edificio fue la creación de un enterramiento para la dinastía de los Austrias. El nombre se tomó del patrón del día de la victoria española contra
los franceses en San Quintín, acaecida el día de San Lorenzo de 1557.
Juan Bautista de Toledo fue el primer arquitecto del proyectó. Diseñó una planta reticular organizada en torno a varios patios simétricos que rodeaban a la basílica. La propia fachada de la iglesia es una representación a escala gigantesca de la parrilla en la que el santo patrón sufrió martirio. Tras la muerte de Juan Bautista de Toledo le sucedió Juan de Herrera en 1567, quien con algunas variaciones acabó el proyecto en 1586. En 1984 fue declarado Patrimonio de la Humanidad por la UNESCO.
Quizá El Escorial es uno de los iconos más insólitos del reinado de Felipe II. Sabemos que junto al exagerado fervor religioso que rodeaba a todo lo que hacía el monarca, existía un ambiguo acercamiento al mundo de la magia, el esoterismo y, en definitiva, el mundo pagano. Por un lado consideraba El Escorial como una suerte de talismán gigante: las bolas que rematan los torreones de las esquinas están repletas de reliquias de santos para “proteger” el edificio. Por otro lado, Felipe II montó en Madrid un laboratorio de alquimistas a quienes pagaba para que buscaran la Piedra Filosofal y el elixir de la juventud. El más importante de estos alquimistas será Ricardo Estanihurst, quien trabajó en el llamado círculo de El escorial, precisamente, la obra de Felipe II más enigmática de todas.
No es casual que bajo El Escorial, en plena Sierra de Guadarrama, se encuentre el centro radioestésico de la Península, el lugar en donde Felipe II levantó su monasterio, guiado por los consejos de varios sabios árabes.
Uno de los lugares más impresionantes de todo El Escorial es la biblioteca compuesta por 45.000 manuscritos en donde se estudiaba entre otras ciencias la magia y astrología. En definitiva, toda una suerte de ingredientes que junto a un asunto político de vital importancia para la época, el asesinato de Juan de Escobedo, en 1578, secretario de su hermanastro Juan de Austria, acabó sembrando la semilla de la leyenda negra en Felipe II.

No olvides leer...
Juan García Atienza, La cara oculta de Felipe II, Martínez Roca, Madrid 1998.
Manuel Fernández Álvarez, Felipe II, Espasa Calpe, Madrid 1998.

No hay comentarios: