sábado, 16 de agosto de 2008

Las otras maravillas... con Nacho Ares

TEOTIHUACÁN
nachoares70@gmail.com / www.nachoares.com


A 48 kilómetros de México D. F. se encuentra el complejo piramidal de Teotihuacán. Esta ciudad que llegó a albergar a casi 250.000 almas en la época de su máximo esplendor, hacia el 500 d. de C., ofrece a lo largo de sus dos kilómetros una visión magnífica de lo que es capaz el hombre para satisfacer a los dioses.
El complejo mexicano posee el mismo planteamiento arqueoastronómico que otros del planeta como Gizeh, en Egipto. Los monumentos más importantes de Teotihuacán, las pirámides del Sol y la Luna y el templo de Quetzalcoatl, construidos en algún momento entre el 200 a. de C. y el 200 d. de C., están ubicados en la misma posición que las pirámides egipcias, si bien con una orientación diferente. La gran plaza de la Ciudadela y el templo del Sol están paralelos a lo largo de la llamada Avenida de los Muertos, mientras que el templo de la Luna está al final de esta avenida, es decir, fuera del alineamiento con las otras dos, tal y como ocurre en la meseta de Gizeh con la pirámide de Micerinos. Esta circunstancia ha sido utilizada por Adrian Gilbert para intentar buscar algún supuesto vínculo de conexión con la misteriosa constelación de Orión.
El investigador Stansbury Hagar llegó a la conclusión de que el complejo piramidal mexicano era un mapa del Cielo y que la llamada Avenida de
los Muertos desempeñaba la función de la Vía Láctea. Sin embargo, ha sido el investigador Gerald S. Hawkins, astrónomo del observatorio de Cambridge, en Estados Unidos, y una de las piezas clave en el descubrimiento de aparentes coincidencias entre la construcción de Teotihuacán y algunas constelaciones. En su libro Más allá de Stonehenge, continuación de su clásico Stonehenge descodificado, Hawkins apunta que mientras las calles de Teotihuacán están planeadas sobre un sistema de cuadrícula, las intersecciones de sus calles, en cambio, no tienen un ángulo de 90 grados como sería de esperar, sino de 89. Por su parte, tampoco la cuadrícula está orientada a los puntos cardinales, tal y como ocurre en casi todos los grandes monumentos de la antigüedad, sino que corre paralela a la Avenida de los Muertos, dirección noreste, apuntando a la constelación de las Pléyades.
Utilizando un programa informático al que proporcionó todos los datos del complejo de Teotihuacán, Hawkins descubrió algo más sorprendente. Algunos de los monumentos estaban orientados hacia la estrella más grande de la constelación del Can Mayor, Sirio.
Un ingeniero llamado Hugh Harleston, que trabajó en Teotihuacán durante los años 60 y 70, llegó a la conclusión de que esta ciudad bien podría ser una maqueta del sistema solar. En ella el templo de Quetzalcoatl sería el sol, y los planetas, una serie de monumentos adyacentes que guardaban la escala y distancias proporcionales.
Son muchísimas más las teorías que relacionan Teotihuacán con algún elemento del sistema solar. Por ejemplo, se ha dicho que la pirámide del Sol tiene su frente principal exactamente opuesto al punto por donde desaparece el sol cuando éste se encuentra en su punto más elevado. Para alcanzar este logro, el arquitecto de la pirámide tuvo que desviar el monumento 15 grados y 30 minutos del norte real. También, el investigador James Dow afirmó que la ciudad había sido construida sobre un marco cósmico (¿?).
En cualquier caso, haciendo un pequeño resumen de todas ellas, los problemas que proporcionan son muy similares a los de Gizeh. Y es que las pruebas históricas indican que su construcción debió de realizarse a partir del 200 a. de C. en diferentes etapas muy distanciadas en el tiempo. Sin embargo, las pruebas astroarqueológicas parecen indicar que la ciudad refleja un momento anterior, el IV Milenio a. de C. dando la razón, de alguna manera, a las tradiciones de los propios aztecas, quienes mencionaban que fue la divinidad Quetzalcóatl quien la construyó en el 3113 a. de C.
Sus vecinos mayas lograron efectos quizá más espectaculares. En el templo de Cuculcán, en Chichen Itzá (México), en el equinoccio, la sombra de los peldaños refleja un extraño movimiento sobre la superficie de la pirámide, lo que provoca la sensación de que por su enorme escalinata desciende una serpiente emplumada.

No olvides leer...
José Antonio Belmonte, Las leyes del cielo, Temas de Hoy, Madrid 1999.


Mi aportación al reportaje, algunas fotos tomadas en Tehotihuacán





Con el doctor Cabrera, una eminencia en el mundo de la arqueología y uno de los mayores conocedores de los misterios de Tehotihuacán

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